martes, 27 de marzo de 2007

El virgen

Mi amigo Antonio cumplió 25 años hace algunos días. Para celebrar nos emborrachamos en su casa. Pasada la media noche quedábamos pocas personas. No sé por qué, pero por un momento todos callaron. Lo único que hacían era verse las caras con gestos cansados. Interrumpí el silencio.

-Antonio, qué se siente llegar al cuarto de siglo virgen -dije, seguido de una carcajada tan fuerte que se escuchó en todo el edificio. Todos rieron. Antonio sonrió incómodamente.
-Debe ser que tu eres un galán -respondió para defenderse.
-Sí, pero yo no me la paso diciendo que todas las mujeres son unas perras y cosas así. Por favor dime: ¿Qué se siente llegar a los 25 años virgen? -Antonio dejó de sonreír al tiempo que en su cara se dibujaba un gesto serio. Todos observaban.
-No sé, pregúntale a Andrea tu novia si soy virgen, seguro te cuenta de la vez que la hice gozar.
-Andrea, que por cierto ya no es mi novia, estaba segura de que eras un marico reprimido y yo más bien te defendía cuando lo decía. Así que no huyas por la tangente. Sólo responde: ¿Qué se siente llegar virgen a los 25 años?
-Pregúntale a tu mamá.
-Antonio, te repito, no huyas por la tangente, si quieres hablar de familias te cuento una historia. Te acuerdas cuando Cheo era novio de tu hermana. Por aquellos días me reveló todas las manías de ella en la cama. Me dijo que su lengua era experta complaciendo a un hombre y que sus tetas operadas eran medio deformes. Podría seguir toda la noche revelando detalles o me podrías callar con la siguiente explicación: ¿Qué se siente llegar virgen a los 25 años?

Se molestó mucho, no sabía que decir. Me vio a la cara con los ojos encendidos de furia. Me odiaba con toda su alma, quería matarme, borrarme, lograr que nadie jamás hubiese sabido de mi existencia. Tenía que hacer algo, en menos de un minuto lo habían humillado demoledoramente. Era obligatorio reafirmar la hombría, tantas veces evidenciada mediante palabras pero nunca con hechos. “Yo sólo me agarro culos buenos”, “las mujeres son perras por naturaleza”. Perras, perras, perras, una palabra que le gustaba mucho decir. Tantas veces presumiendo sobre la comprensión de un tema desconocido. Desacreditando al amor, enalteciendo la utilización de la mujer como un objeto prescindible.

-Tengo amigos homosexuales que, literalmente, se han agarrado más mujeres que tú –finalicé.

Y seguía el ataque. Tantas veces se sintió seguro a pesar de su incompetencia para conseguir mujeres. Era verdad, era virgen. 25 años de edad y seguía siendo casto. A estas alturas- pensó -era probable que se quedara así para toda la vida. Fue entonces cuando Antonio comenzó a llorar frente a todos. Era un hombre derrotado. Un ex fanfarrón. Yo, por fin, había expulsado toda la resignación acumulada durante mis tiempos escuchando esas estupideces misóginas.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Condones dañinos

Tengo un mes sin tener sexo y la última vez fue traumático. Luego de tres exquisitos actos me quedé dormido, un golpe en la cara me despertó. Era Andrea, mi mujer en aquellos días. Había encontrado una caja de condones abierta en mi baño mientras se cepillaba los dientes. Insistía que los había usado con otra pues con ella no solía hacerlo. Lo que había sacudido mi mejilla mientras soñaba plácidamente era una caja de pastillas para la gastritis que me lanzó, fue lo primero que encontró en medio de su rabia incontenible.

-¡¿Pero bueno chica, tú te volviste loca?! -le grité asustado.
-Eres un cabrón, ¿qué coño haces tú con esta caja de condones abierta? ¡Tú te estás cogiendo a otra maricón! -la pregunta la repitió varias veces, como un ser irracional, fuera de sí. Se quitó la camisa que le había prestado para dormir y se empezó a vestir con la misma violencia de sus palabras. "Quién diría que momentos atrás éramos apasionados amantes", pensé yo pícaramente.

Reí. En realidad no había usado ninguno. Había colocado un condón en mi cartera y otro en el carro, por prevención. Mis tímidas carcajadas la molestaron aún más. Empezó a gritar con mayor fuerza: "Eres un cabrón, un maldito cabrón de mierda". Una mujer tan bella con una boca tan atrevida. Hasta cierto punto me gustaba la situación, era particular. En momentos, cuando llegaba a sus clímax de ira me lanzaba cosas que encontraba: lentes, libros, revistas, cajas de discos.

Caminó hacia la puerta de mi casa, yo la seguí riendo y tratando de hacerle ver la verdad. Me trancó la reja en la cara. Desde mi apartamento la escuché prender su carro y arrancar con fuerza. Volví a la cama y dormí. Nunca me creyó que no los hubiese usado con otra aunque me "perdonó". Yo pensé que ésta se la debía por infidelidades pasadas nunca sabidas y por tanto nunca reclamadas, aunque seguramente sí sospechadas. Creo que por eso actuó de esa manera, habrá pensado que por primera vez me había sorprendido. Ya no estamos juntos pero las razones son otras. Hasta el día de hoy no he conseguido una mujer que me llame la atención, sólo feas, gordas y simples.